Autenticidad,
ética, entusiasmo, verdad, principios, hospitalidad y muchas ganas de inventar,
reinventar, hacer y compartir conocimiento es lo que se respira en Makespace
Madrid, el sitio donde por 30 euros al mes puedes aprender a imprimir en 3D,
construir drones, diseñar robots o hacerte unos sensores a medida para
controlar el gasto de luz de tu casa. Este lugar de culto para los makers
patrios, celebró su segundo cumpleaños la semana pasada.
Había oído
hablar en numerosas ocasiones de la comunidad de makers que César García y Sara
Alvarellos habían creado en un antiguo
taller de coches de Pedro Unanue, una calle situada cerca del metro de Palos de
la frontera, pero nunca me había acercado hasta allí. Así que pensé que el
mejor momento para hacerlo sería el día que festejaban su segundo aniversario,
pero la casualidad hizo que me equivocara y acudiera el miércoles anterior, el
día 8. Un gran cartel amarillo con el nombre Makespace pintado en letras negras
y un código Qr al lado, me alertó de que había llegado al lugar de destino.
Debajo, y enmarcando el gran portalón metálico de acceso, continua el luminoso de
color azul de los anteriores inquilinos, el taller de coches Ríos. “La mecánica
fiable y de calidad no tiene por qué ser cara” es el mensaje publicitario que
este antiguo taller de vehículos utilizaba para captar clientes y que los
nuevos moradores han hecho suyo. Toda una declaración de principios que cumplen
a rajatabla, porque en Makespace el conocimiento que se transmite es fiable, de
altísima calidad y cuesta muy poco dinero. Por 30 euros al mes, además de
aprender a imprimir en 3D, construir
drones o diseñar robots, pasas a formar parte de una comunidad a la vanguardia
del “hágalo usted mismo”.
Cuando atraviesas
la puerta de este espacio, nada te hace sospechar que entras en un templo de
innovación y modernidad con mayúscula. Dentro, todo sigue igual que como lo
dejaron los antiguos dueños: las paredes despintadas, el suelo de pequeñas
baldosas rojas, los espacios y hasta las estanterías donde se guardan las
herramientas. Son los objetos depositados en las mesas, tableros y demás superficies
los que te alertan de que San Cristóbal, patrón de los automovilistas, ha sido
desplazado por San Arduino, patrón y emblema del movimiento Maker.
Del tamaño
de una tarjeta de crédito, las placas arduino nacieron hace once años de un trabajo de investigación
desarrollado en un centro universitario del norte de Italia. El equipo estaba
integrado por diseñadores e ingenieros, entre los que se encontraba el
zaragozano David Cuartielles. Arduino es el Zara de la tecnología. Su
existencia ha democratizado el acceso a cualquier proyecto tecnológico y está
en el origen de la transformación que se está produciendo en el ámbito de la
economía, la educación o la ciencia.
Como buenos devotos de Arduino, la pretensión
de Makespace Madrid es acercar la tecnología a las personas para construir
entre todos una gran comunidad de I+D libre y gratuita. El primer día de mi
visita a Makespace solo se
encontraba Andrew Zaborowski. Estaba trabajando en el proyecto Sensorino, una
red de sensores para controlar el consumo eléctrico en los hogares. Zaborowski
es polaco, trabaja como desarrollador en Intel y vive en España desde hace años.
Esa tarde se encontraba en el local porque a las siete y media tenía que coordinar
un grupo de personas interesadas en la construcción de drones. Le pregunté si podía
quedarme y me dijo que sí. Me llamó la
atención el perfil de edad tan diferente de los participantes. Esa tarde aprendí
que los drones de una pata tienen mayor estabilidad a la hora de aterrizar y que
muchas de las piezas que se utilizan para su construcción pueden comprarse en cualquier tienda de
barrio.
El día de la
celebración asistí con Lara Jaén, una compañera periodista, dircom de una
clínica y muy interesada en los usos de la impresión 3D en el ámbito de la
medicina. Nada más llegar, César García nos invitó a sumarnos al “tour” que en
ese momento estaba realizando para el grupo de nuevos.
Nos explicó que
para formar parte de la comunidad no es necesario demostrar conocimientos
tecnológicos, pero sí es imprescindible respetar los principios y valores del
grupo: la colaboración y el respeto. García, que cultiva una estética parecida
a la del neoyorquino Richard Stallman, fundador del movimiento software
libre, trabaja como desarrollador en el
Ayuntamiento de Madrid y es autor, junto a otros compañeros, de la idea de
unificar en una sola tarjeta todos los pins de las decenas de tarjetas que
autorizan a los ciudadanos madrileños acceder a bibliotecas, piscinas, autobuses
y demás servicios.
César nos explicó
que Makespace nace de la necesidad de trabajar con cosas que se puedan tocar y
no solo con códigos. Para ponerlo en marcha se inspiraron en el Makespace de Cambridge
y en el Hackspace de Londres. Pero, sin duda, también tiene que ver con el concepto
de TechShop, una red de talleres para inventores con equipos para ejecutar dichos
inventos, que fueron creados hace nueve años en Estados Unidos por el también inventor
y profesor de robótica, Jim Newton. Los
TechShop se han convertido en un referente clave para la recuperación económica
de Estados Unidos. En junio del año pasado, el presidente Barack Obama realizó
una visita al TechShop de Pittsburgh y explicó que los avances tecnológicos
están cambiando la manera de fabricar los objetos, ya que cada vez dan a más
personas la oportunidad de producir sus propios inventos. En este contexto,
añadió que el sector manufacturero ha creado casi 650.000 empleos desde el año
2010, el mayor ritmo de crecimiento desde la década de los noventa.
Precisamente,
hasta Berkeley se fueron Javier Sánchez Aguila, ingeniero informático, y Roy
Petter Dyrdahl, capitán de la marina mercante noruega, para traer a España y a
todos los países de habla hispana la representación de OpenRov, la comunidad de
bricolaje submarina que el ingeniero de la Nasa, Eric Stackpole y el marinero David Lang crearon en 2012 para
buscar un tesoro, que una leyenda sitúa en el norte de California. Javier y Roy
vinieron desde Murcia para aprovechar el evento social de Makespace y presentar
dichos robots de exploración marina. Desarrollados totalmente en abierto y capaces
de descender 75 metros bajo el agua con una cámara HD, coparon la atención de todos los presentes.
La intención de Sánchez y Dyrdahl es crear el
equivalente a la comunidad Clone Wars española, pero en versión robots
submarinos. Pero como OpenRov da para mucho, hablaré de ella en otro post.
El buen
hacer de Sara y César como anfitriones de la fiesta de Makespace, sumado al
entusiasmo de otros makers, como Javier Fernández, encargado de impartir
formación de impresión 3D o Javier
Martínez, ingeniero naval prejubilado, que llegó hace cinco meses y ya se ha
hecho una impresora con la que fabrica juguetes a sus nietos, cultivó a todos
los nuevos. Como a Ulises Gascón, un “geek” de libro que en mayo dejará su
trabajo en la multinacional IBM para emprender en cacharreos y que ya forma
parte de la comunidad. Gascón se fue a Israel un fin de semana para ver a una
novia y se quedó a vivir cuatro años. Habla hebreo y escribe sobre tecnología e
innovación. Como Ulises, yo también me sumo al barco de Makespace y rezaré a
San Arduino.