jueves, 23 de abril de 2015

Makespace Madrid, la universidad digital para aprender a construir impresoras 3D, drones y robots

Autenticidad, ética, entusiasmo, verdad, principios, hospitalidad y muchas ganas de inventar, reinventar, hacer y compartir conocimiento es lo que se respira en Makespace Madrid, el sitio donde por 30 euros al mes puedes aprender a imprimir en 3D, construir drones, diseñar robots o hacerte unos sensores a medida para controlar el gasto de luz de tu casa. Este lugar de culto para los makers patrios, celebró su segundo cumpleaños la semana pasada.  
Había oído hablar en numerosas ocasiones de la comunidad de makers que César García y Sara Alvarellos habían creado  en un antiguo taller de coches de Pedro Unanue, una calle situada cerca del metro de Palos de la frontera, pero nunca me había acercado hasta allí. Así que pensé que el mejor momento para hacerlo sería el día que festejaban su segundo aniversario, pero la casualidad hizo que me equivocara y acudiera el miércoles anterior, el día 8. Un gran cartel amarillo con el nombre Makespace pintado en letras negras y un código Qr al lado, me alertó de que había llegado al lugar de destino. Debajo, y enmarcando el gran portalón metálico de acceso, continua el luminoso de color azul de los anteriores inquilinos, el taller de coches Ríos. “La mecánica fiable y de calidad no tiene por qué ser cara” es el mensaje publicitario que este antiguo taller de vehículos utilizaba para captar clientes y que los nuevos moradores han hecho suyo. Toda una declaración de principios que cumplen a rajatabla, porque en Makespace el conocimiento que se transmite es fiable, de altísima calidad y cuesta muy poco dinero. Por 30 euros al mes, además de aprender a imprimir en 3D,  construir drones o diseñar robots, pasas a formar parte de una comunidad a la vanguardia del  “hágalo usted mismo”.      
Cuando atraviesas la puerta de este espacio, nada te hace sospechar que entras en un templo de innovación y modernidad con mayúscula. Dentro, todo sigue igual que como lo dejaron los antiguos dueños: las paredes despintadas, el suelo de pequeñas baldosas rojas, los espacios y hasta las estanterías donde se guardan las herramientas. Son los objetos depositados en las mesas, tableros y demás superficies los que te alertan de que San Cristóbal, patrón de los automovilistas, ha sido desplazado por San Arduino, patrón y emblema del movimiento Maker.
Del tamaño de una tarjeta de crédito, las placas arduino  nacieron hace once años de un trabajo de investigación desarrollado en un centro universitario del norte de Italia. El equipo estaba integrado por diseñadores e ingenieros, entre los que se encontraba el zaragozano David Cuartielles. Arduino es el Zara de la tecnología. Su existencia ha democratizado el acceso a cualquier proyecto tecnológico y está en el origen de la transformación que se está produciendo en el ámbito de la economía, la educación o la ciencia.                         
 Como buenos devotos de Arduino, la pretensión de Makespace Madrid es acercar la tecnología a las personas para construir entre todos una gran comunidad de I+D libre y gratuita. El primer día de mi visita a Makespace      solo se encontraba Andrew Zaborowski. Estaba trabajando en el proyecto Sensorino, una red de sensores para controlar el consumo eléctrico en los hogares. Zaborowski es polaco, trabaja como desarrollador en Intel y vive en España desde hace años. Esa tarde se encontraba en el local porque a las siete y media tenía que coordinar un grupo de personas interesadas en la construcción de drones. Le pregunté si podía quedarme y  me dijo que sí. Me llamó la atención el perfil de edad tan diferente de los participantes. Esa tarde aprendí que los drones de una pata tienen mayor estabilidad a la hora de aterrizar y que muchas de las piezas que se utilizan para su construcción  pueden comprarse en cualquier tienda de barrio.
El día de la celebración asistí con Lara Jaén, una compañera periodista, dircom de una clínica y muy interesada en los usos de la impresión 3D en el ámbito de la medicina. Nada más llegar, César García nos invitó a sumarnos al “tour” que en ese momento estaba realizando para el grupo de nuevos. 
Nos explicó que para formar parte de la comunidad no es necesario demostrar conocimientos tecnológicos, pero sí es imprescindible respetar los principios y valores del grupo: la colaboración y el respeto. García, que cultiva una estética parecida a la del neoyorquino Richard Stallman, fundador del movimiento software libre,  trabaja como desarrollador en el Ayuntamiento de Madrid y es autor, junto a otros compañeros, de la idea de unificar en una sola tarjeta todos los pins de las decenas de tarjetas que autorizan a los ciudadanos madrileños acceder a bibliotecas, piscinas, autobuses y demás servicios.
César nos explicó que Makespace nace de la necesidad de trabajar con cosas que se puedan tocar y no solo con códigos. Para ponerlo en marcha se inspiraron en el Makespace de Cambridge y en el Hackspace de Londres. Pero, sin duda, también tiene que ver con el concepto de TechShop, una red de talleres para inventores con equipos para ejecutar dichos inventos, que fueron creados hace nueve años en Estados Unidos por el también inventor y  profesor de robótica, Jim Newton. Los TechShop se han convertido en un referente clave para la recuperación económica de Estados Unidos. En junio del año pasado, el presidente Barack Obama realizó una visita al TechShop de Pittsburgh y explicó que los avances tecnológicos están cambiando la manera de fabricar los objetos, ya que cada vez dan a más personas la oportunidad de producir sus propios inventos. En este contexto, añadió que el sector manufacturero ha creado casi 650.000 empleos desde el año 2010, el mayor ritmo de crecimiento desde la década de los noventa.
Precisamente, hasta Berkeley se fueron Javier Sánchez Aguila, ingeniero informático, y Roy Petter Dyrdahl, capitán de la marina mercante noruega, para traer a España y a todos los países de habla hispana la representación de OpenRov, la comunidad de bricolaje submarina que el ingeniero de la Nasa,  Eric Stackpole  y el marinero David Lang crearon en 2012 para buscar un tesoro, que una leyenda sitúa en el norte de California. Javier y Roy vinieron desde Murcia para aprovechar el evento social de Makespace y presentar dichos robots de exploración marina. Desarrollados totalmente en abierto y capaces de descender 75 metros bajo el agua con una cámara HD,  coparon la atención de todos los presentes.
 La intención de Sánchez y Dyrdahl es crear el equivalente a la comunidad Clone Wars española, pero en versión robots submarinos. Pero como OpenRov da para mucho, hablaré de ella en otro post.

El buen hacer de Sara y César como anfitriones de la fiesta de Makespace, sumado al entusiasmo de otros makers, como Javier Fernández, encargado de impartir formación de impresión 3D o  Javier Martínez, ingeniero naval prejubilado, que llegó hace cinco meses y ya se ha hecho una impresora con la que fabrica juguetes a sus nietos, cultivó a todos los nuevos. Como a Ulises Gascón, un “geek” de libro que en mayo dejará su trabajo en la multinacional IBM para emprender en cacharreos y que ya forma parte de la comunidad. Gascón se fue a Israel un fin de semana para ver a una novia y se quedó a vivir cuatro años. Habla hebreo y escribe sobre tecnología e innovación. Como Ulises, yo también me sumo al barco de Makespace y rezaré a San Arduino.  

miércoles, 15 de abril de 2015

#HackForGood, innovación social para #hackear España



Gracias a Twitter, la semana pasada descubrí la existencia de #HackForGood, un evento centrado en la innovación social, que en esta tercera edición pretende reunir a más de 600 desarrolladores en nueve ciudades españolas con una misión muy especial: hackear nuestra cotidianidad de la mano de la tecnología con el único fin de de lograr entornos más sociales, fáciles, eficaces y amigables. 
Me llama la atención como el término hackathon, derivado los vocablos hack y maratón, se ha apoderado de los discursos y agendas de todos los que militan en las vanguardias, ya sean educativas, culturales, sociales o políticas. Hasta los cubanos de Miami organizaron el año pasado un hackathon para promover el acercamiento entre los exiliados y los que permanecen en la isla.

Tenía curiosidad por conocer de primera mano en qué consistía  un evento de estas características y hace poco más de un mes participé en uno que organizó el espacio de formación y coworking http://www.utopicus.es/es. Se llamaba Eduhackatón y estuvo prologado por Juan Freire, autor del decálogo del ciudadano hacker. Inspirado por la ética hacker que defiende el filósofo finlandés Pekka Himanen, Freire nos trasladó en su intervención que el mundo, además de con tecnología, también se puede hackear con pasión y entusiasmo. La experiencia fue enriquecedora e interesante. El reto planteado consistía en implicar a la comunidad educativa en el descubrimiento de la potencialidad de los niños. La jornada empezó a las 9,30 horas de un sábado y terminó sobre las 20,00 horas. Se formaron tres equipos. Cada uno de ellos elaboró una propuesta, que al final del día tenía que ser sometida al veredicto de un jurado. La idea ganadora fue una aplicación en la que los niños iban descubriendo, mediante juegos, lo que les gustaba y hacia felices. Por formar parte del equipo ganador, tengo la suerte de poder apuntarme de manera gratuita a uno de los Labs de http://teamlabs.es/.  Os contaré la experiencia cuando lo haga.

El primero en hablar de la ética hacker fue el escritor y periodista Stevan Levy http://www.stevenlevy.com/, quien ha dedicado buena parte de su vida a escribir sobre los efectos del uso de las tecnologías en las personas. Lo hizo con un libro que publicó en 1984 bajo el título “Hackers, los héroes de la revolución de las computadoras”. El finlandés Himanen lo hizo veinte años más tarde.
Como muchas de las tendencias y movimientos sociales actuales, la cultura hacker tiene su origen en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).  A principios de los años sesenta, los miembros del club de modelaje de trenes del MIT, el Tech Model Railroad Club (TMCR), empezaron a trastear con la primera computadora fabricada en serie, la PDP-1, con el afán de mejorar el control de los trenes. El ordenador había sido comprado por el MIT para otros fines, pero ellos lo convirtieron en su juguete favorito. Desde entonces, la PDP-1 se ha convertido en uno de los fetiches de la cultura hacker. 
El espíritu inquieto de aquellos hackers convirtió la PDP-1 en una caja de música. Lograron desarrollar un software compatible con las notas de Mozart. 

Desde entonces, hackear no significa violar la seguridad de un sistema informático. Significa investigar, explorar, innovar y usar el conocimiento para crear cosas más interesantes con el fin de que otros las reutilicen y las mejoren. La característica principal de la cultura hacker es que garantiza el acceso a las herramientas y al conocimiento que se utiliza para construir  todas las cosas que resultan beneficiosas y útiles  para la sociedad.    
Inspirado en esta cultura hacker, el hackathon #HackForGood que empieza este jueves de manera simultánea en Madrid, Málaga, Murcia, Las Palmas de Gran Canaria, Salamanca, Sevilla, Valencia, Valladolid y Vigo,   está centrado en la innovación social y pretende desarrollar nuevas ideas, servicios o aplicaciones que ayuden a resolver problemas sociales o necesidades existentes.

Según explican sus organizadores en la propia web del evento,  http://hackforgood.net, estas acciones se llevarán a cabo creando nuevas comunidades y desarrollando colaboraciones entre instituciones públicas, privadas y tercer sector. En esta tercera edición los retos se enmarcan en asuntos relacionados con comercio, cultura, turismo, economía colaborativa, energía y empresas, movilidad urbana y en tecnología e internet de las cosas.

El desarrollo de las aplicaciones podrá ejecutarse de manera individual o por equipos multidisciplinares. Las mejores ideas, además de llevarse a cabo durante los tres días que dura el evento, se verán recompensadas con diferentes premios (http://hackforgood.net/premios/), que se fallarán el sábado, 18. El jurado valorará el impacto, la importancia del problema solucionado, la creatividad, la innovación y la facilidad y bajo coste de despliegue y adaptación al ecosistema de dispositivos móviles.         

En el equipo organizador participan Fabián García, @fabianGPastor, https://www.openfuture.org/; Víctor Sánchez, @VictorSanchez, http://www.mashme.tv/; Juan Quemada, @Jquemada,  http://www.dit.upm.es/~quemada/index1.html y Enrique Quintas, @Hazloposible,   http://hazloposible.org/wp/enrique-quintas/