miércoles, 14 de enero de 2015

Cariño, ¿dónde colocamos la impresora 3D que nos han traído los Reyes Magos?

     


El tiempo dará o quitará la razón a Chris Anderson, pero lo que es cierto es que las impresoras 3D ya ocupan espacios simbólicos de nuestra cotidianidad. Como las páginas del portal Milanuncios.com, donde particulares y profesionales ofertan modelos y accesorios de muy diferentes tipos y precios.
O el catálogo de productos de Media Mark, la cadena alemana de venta de electrodomésticos, informática y electrónica, que publicita el modelo Prusa I3 Hephestos azul, a un precio de 495 euros.
Más barata que el último modelo de iphone. En su descripción del producto, Media Mark explica que esta impresora llega para revolucionar el mercado, dado que nunca había sido tan barato imprimir en 3D de una manera eficaz y segura.
A la versión industrial de la impresión 3D se la denomina fabricación aditiva y consiste en la producción de piezas a partir de modelos en tres dimensiones. No requiere de moldes y los objetos se obtienen mediante la deposición de capas de material.
La producción de objetos en máquinas inteligentes vinculadas a internet es consecuencia del desarrollo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC), de la cultura del código abierto, de la estructura de la web 2.0, de las redes sociales y, en definitiva, de la sociedad del conocimiento, que es quien otorga carta de identidad a la aldea global e interconectada que
McLuhan anticipó hace más de 40 años. La fabricación en 3D no es un invento nuevo. Lo creó en 1983 el estadounidense Charles W. Hull, quien por aquellos años trabajaba para una empresa que se dedicaba a la venta de objetos de de plástico.
Un día, cansado de realizar costosos y trabajosos prototipos, tuvo la feliz ocurrencia de fabricar elobjeto directamente, capa a capa con el mismo material plástico que utilizaba para realizar los prototipos.
La primera pieza que creó fue una copa de plástico de color negro. Hull, que hoy cuenta con 74 años, ha sido galardonado recientemente con el Oscar de los Inventores, por la Oficina Europea de Patentes.
Tuvieron que pasar diez años para que un grupo de estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) diese con la impresión 3D por inyección. En 1995 comercializaron los primeros equipos basados en esta tecnología, a través de la compañía que Hull había creado en 1988. Pero el gran salto de la fabricación aditiva se produjo en 2005.
Ese año, la Universidad de Bath (Reino Unido) creó la primera impresora 3D clonable, la Reprap. Cuatro años más tarde, la empresa estadounidense Organovo saltó a las páginas de los medios de todo el mundo con un titular que parecía escapado de un guión de la película Matrix.
Habían inventado la primera impresora capaz de fabricar tejidos orgánicos. Desde entonces, esta compañía no ha parado de anunciar prodigios médicos, que suenan más a ciencia ficción que a realidad. Como la impresión de tejido hepático humano, capaz de realizar todas las funciones de un hígado normal.
Sin duda, es en el campo de la medicina donde más impacto está teniendo la impresión 3D. Se utiliza para crear huesos, manos robóticas a precios asequibles, dientes, piel o cráneos de plástico. Los últimos avances, como en el caso de la compañía Organovo, se centran en la impresión con células vivas.
Por ejemplo, un equipo de ingenieros y médicos ha logrado crear células vivas para orejas, prácticamente idénticas a las humanas. La impresión 3D permite crear objetos superponiendo capas de gran variedad de materiales, que van desde el plástico, al titanio, yeso, acero, cemento, papel, madera, aluminio, geles o ingredientes que permiten imprimir comida.
Como la empresa barcelonesa Natural Machines (http://www.naturalmachines.com), que en breve comercializará Foodini, una impresora para fabricar alimentos. Costará alrededor de 1.000 euros y podrá adquirirse en centros especializados y en internet.
Multinacionales de todos los sectores utilizan ya la fabricación en 3D para abaratar y mejorar la producción. Ford ha reducido el coste de los prototipos de coches de 500.000 a 3.000 dólares. Boeing fabrica en 3D más de 25.000 piezas distintas para diez modelos de aviones comerciales y militares. General Electric utiliza impresoras 3D en todas sus divisiones de negocio.
La alemana Siemens produce componentes de repuesto de turbinas de gas, con las que ha conseguido reducir el tiempo de reparación en un 90%. El pasado mes de octubre, la compañía estadounidense Local Motors presentó en la Feria de Tecnologías Inteligentes un coche eléctrico fabricado en una impresora 3D.
Tardaron 44 horas en hacerlo, pero ya han explicado que podría hacerse en la mitad de tiempo. El modelo, denominado Strati, se realizó con una impresora especial, de las que sólo hay dos en Estados Unidos. Consta de 40 piezas, frente a las 20.000 de un modelo convencional. Podría comercializarse personalizado a un precio de 14.000 euros.
Los cazas RAF, de la compañía de defensa británica Bae Systems, ya han volado con piezas de metal impresas en 3D. La Nasa acaba de enviar al espacio la primera impresora de gravedad cero y los astronautas ya pueden fabricar piezas de recambio “made in space” sin tener que esperar a que un cohete de la Tierra les acerque el repuesto.
En Polonia, un grupo de emprendedores polacos han creado una empresa en la que fabrican turbinas eólicas domésticas con impresoras 3D. Las chicas de Victoria Secrets vestían complementos impresos en 3D en el último desfile, Nike desarrolla modelos personalizados de zapatillas para deportistas de élite y Levis también imprime algunos de sus pantalones.
En China han construido un barrio entero con impresoras 3D y en Holanda se están valiendo de la fabricación aditiva para levantar una casa en uno de sus canales. Imaginarium, la marca de juguetes española también hace un guiño desde su web a los niños para que diseñen sus propios juguetes en 3D
El fenómeno de la fabricación aditiva está íntimamente relacionado con el movimiento Maker, un movimiento que recorre el mundo y que se caracteriza por aglutinar creatividad, innovación, fabricación digital, colaboración en red y comunidades de software y hardware libres.
Inspirado en el “hágalo usted mismo”, que difundían las revistas norteamericanas de tecnología de los años 50. La principal diferencia entre los “hacedores de cosas” de entonces y los de ahora está en la evolución de las herramientas.
El martillo de hoy es la web del ordenador. Las personas que habitan el universo maker pueden fabricar prototipos de productos sin moverse de su casa.
Chris Anderson, editor de la prestigiosa revista tecnológica Wired, ha bautizado este movimiento como la nueva revolución industrial. En su libro Makers: La nueva revolución industrial, Anderson, argumenta que dentro de pocos años, las impresoras 3D estarán en los hogares de todo el mundo, lo que sentará las bases de un nuevo modelo de producción personal.
La cultura Maker surgió hace ocho años en California y tiene como bandera a la plataforma de hardware libre Arduino. Uno de sus cofundadores es el aragonés David Cuartielles.
Esta nueva revolución industrial de la que habla Anderson fue vaticinada hace más de 30 años por el escritor estadounidense Alvin Toffler en su obra “La tercera ola”, uno de los libros más vendidos en el mundo. En él, Toffler acuñó el término “prosumidor”, que es la suma de consumidor y productor.
El escritor sostenía que con el tiempo, los consumidores acabarían saturados de los productos fabricados en masa y que si las empresas querían seguir ganando dinero tendrían que emprender un nuevo proceso de fabricación personalizada masiva, en la que deberían implicar a los consumidores, derivando así en “prosumidores”.
La fabricación aditiva y la cultura maker tienen en el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, a uno de sus más firmes defensores. En el último discurso de investidura confío a estas máquinas la responsabilidad de devolver a su país el reconocimeinto  mundial de la simbólica etiqueta “Made in America”.
Recientemente, además de anunciar su decisión de incluir la impresión 3D en las escuelas de todo el país, anticipó la apertura de tres nuevos centros de Innovación Nacional Aditiva en las zonas más castigadas por el desempleo.
España, al igual que el resto del mundo, no es ajena a estos movimientos y cuenta con espacios y Ferias Maker en casi todas las capitales de provincia. Las grandes empresas del IBEX trabajan para vincular la cultura Maker a sus estructuras.
Jay Melican, responsable del área Maker en la compañía Intel, cree que este movimiento está obligando a las grandes empresas a cambiar de estrategia. La labor de Melican consiste en integrar la electrónica que fabrica la empresa para la que trabaja  en las invenciones de las mentes que conforman el universo Maker.
El pasado mes de noviembre, el Gobierno español aprobó en Consejo de Ministros conceder una ayuda de casi 22 millones de euros a la compañía Hewlett-Packard (HP) para que desarrolle en su centro de I+D de Sant Cugat del Valles una nueva impresora más rápida, más barata y de mejor calidad. Dicha máquina podría comercializarse en 2016.
Pero la sociedad del conocimiento es imparable. Y el MIT se pegunta si asistimos a la revolución de los materiales robóticos.
Habla de tuberías que cambian de forma al ser introducidas en el agua y que tienen capacidad de autoregeneración. Se trata de materiales impresos en cuatro dimensiones, con el tiempo como protagonista.
http://www.efeemprende.com/blog/carino-donde-colocamos-la-impresora-3d-que-nos-han-traido-los-reyes-magos/

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