lunes, 4 de abril de 2016

Adiós a Santiago Martinez, el hombre de la generación del 56 que fotografiaba postes de luz de madera


Esta mañana recibí un whatsapp de mi amiga Carmela en el que me decía que su tío Santiago había fallecido. Aunque no fuese mi tío, Santiago Martínez siempre fue  para mí "el tío Santi". Santiago era economista y trabajaba en una empresa haciendo estudios de mercado. Estaba casado con Gabriela, una psicóloga alemana y tenía una suegra pintora, que pintaba cuadros abstractos, que exponía en galerías. Yo lo conocí en mi primera época de estudiante en Madrid. Recuerdo perfectamente cuando mi amiga me lo presentó, porque estuvimos charlando de fotografía y compartía conmigo la afición por retratar aquellos tendidos eléctricos hilvanados con frágiles palos de madera con los brazos en cruz. La siguiente vez que nos vimos me regaló una preciosa foto en blanco y negro de un paisaje castellano, atravesado por la insoportable belleza de esa liviana arquitectura.

Recuerdo los viajes a Requena, su pueblo, con mi amiga Carmela de copiloto y yo atrás, sin parar de charlar y de reír. Para mi, que venía  de un pequeño pueblo de Cantabria, todo lo que contaba Santiago me parecía exótico. Recuerdo que siempre estaba preocupado por el crecimiento de las semillas de cereales y otras plantas que germinaba en un aparato en su casa y que tomaba para desayunar. En los años ochenta pocas personas se preocupaban en España por tomar alimentos ecológicos. Muchas de las veces que venía a vernos a nuestro piso de estudiantes en Gaztambide, terminaba invitándonos a comer en unos restaurantes que le conocían y donde todo estaba riquísimo. Aún veo y conservo el sabor de un plato de cigalas con espinacas que tomábamos cerca de la calle Zurbano, que era donde tenía la oficina.

Mis primeras entrevistas se las debo a Santiago. Como realizaba estudios de mercado, cuando tenía
que hacer encuestas siempre nos llamaba para que nos ganásemos un dinero. Entonces empezaban a abrirse las primeras grandes superficies a las afueras de la capital y había que testar qué lugar era el más idóneo para colocarlo. Aún recuerdo la amabilidad de las vecinas de Parla cuando tocaba el timbre de sus casas y les decía que habían sido seleccionadas para hacer una encuesta. Muchas, si llegaba a la hora de la telenovela me invitaban a pasar a su casa y hacíamos la encuesta cuando terminaba la serie. Sin duda, era el mejor momento del día, porque era el mes de julio y los termómetros no bajaban de los 30 grados. ¡¡Pagaban 500 pesetas por cuestionario aplicado!!

También recuerdo otro trabajo que nos ofreció, mucho más cómodo, y que compartí con otros compañeros de la Universidad. Consistía en situarnos en un cruce y contar los coches, camiones y motos que pasaban durante 12 horas.

Santiago Martínez formaba parte de la Generación del 56, esa que tan bien retrató Pablo Lizcano en su libro la "Generación del 56, la Universidad contra Franco". Coincidió en el madrileño Colegio César Carlos con Raúl Morodo, Jesús Ibáñez, Ángel de Lucas, Miguel Boyer y otros muchos. De este colegio, Francisco Umbral dijo que era el único español renombrado que no había pasado por el César Carlos.
Descanse en paz.

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